Hoy, muchos de los que aplaudieron a Rodríguez Saá por la valentonada de meter al país en el default aclamaron con el mismo fervor a Néstor Kirchner cuando anunció que antes de fin de año la Argentina saldaría centavo por centavo la deuda con el organismo internacional de crédito. Cosas de la Argentina ciclotímica. Tampoco puede uno dejar de recordar cuando Raúl Prebisch advertía que aunque le perdonaran la deuda, en poco tiempo el país volvería a estar más endeudado que antes. ¿Habrán sido tantos y tan sustanciales los cambios como para que la sentencia del economista ya no sea aplicable? Veremos, le dijo el rio al tiempo.
La deuda externa argentina impregna los problemas sociales desde 1975, y como los interminables novelones televisados a las tres de la tarde, a veces se vuelve reiterativa, circular, aburrida. Otras veces, en cambio, muestra algunas aristas entretenidas. Los buenos se distinguen de manera inequívoca de los malos. Emerge la discordia. La intriga crece. Tienen que lograr un objetivo y, sin embargo, los protagonistas viven poniéndose piedras en el camino.
Aunque uno sabe quiénes serán los triunfadores, si se sumerge en la trama puede llegar a preguntarse, mientras tiene los ojos fijos en la pantalla, quién ganará. ¿Lo que parece improbable, resultará posible?
El teleteatro de la deuda externa es similar. Adolfo Rodríguez Saá declaró unilateralmente el default, las posiciones se endurecieron y vino el escarmiento del Fondo. Luego, de la mano del ministro de economía que sobrevivió dos gobiernos democráticos pero uno no elegido por el pueblo, el país creyó que era él quien mandaba en las negociaciones macro-económicas. Hoy, a días de que las circunstancias políticas hicieran que el ejecutivo pudiera deshacerse de Roberto Lavagna (el ministro), empiezan a escucharse voces acerca de que pagamos aquello que habíamos renunciado a pagar porque somos quienes tenemos la sartén por el mango, o el televisor por el control remoto.
Como buenos televidentes, sospechábamos que los resultados finales no hubieran sido muy otros si el Adolfo no hubiese participado del casting por aquel entonces y el señor K en la reedición actual de la tira. Pagamos lo que una vez dijimos que era ilegítimo.
Lo dicho, la Argentina saldará una pequeña parte de su deuda con los de afuera. Ya es tiempo que empiece a pensar en honrar la que tiene con los de adentro.
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